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Universidade Estadual do Maranhão
Questão 1 de 1
Assunto: Sem classificação

La señora Fez

 

A Dominga Fez no se la veía triste en el velorio de su marido, tampoco alegre, más bien regida por una parsimonia discreta cuyo argumento se resume en la única frase que se le oyó decir dos veces. Una durante el velorio y la otra al final del entierro: «Yo ya cumplí.»

 

Se habían casado cuando ella tenía veinte años y desconocía que los borrachos no son alegres sino insoportables. La noche en que lo acompañó a mal morir, ella por fin había cumplido cuarenta y cinco.

 

Durante todos los días que vivieron cerca, aun cuando él tenía el aliento cada vez más amargo, Dominga no se alejó de su cónyuge. Ni siquiera salió de su barrio, un lugar que al principio fue sólo un grupo de casas a medio construir y después un grupo largo de casas mal construidas. Lejos, como a media hora en camión desde la última terminal que tiene el Metro al norte de la Ciudad de México.

 

Con más soltura había salido el caserío de su periferia y se había ensanchado hacia la avenida grande, que ella moverse de la casa de tres cuartos sobre la calle Juárez, en la que mal dormía.

 

Todo barrio en México tiene una calle Juárez, a ella le tocó establecerse en una cuando aún no tenía luz ni pavimento, pero ya tenía nombre de héroe patrio. Ahí llegó con su marido a cuestas después de un rato de estar junto a él sin aburrimientos. Allí fue que un día, para hacerse perdonar alguna de las suyas, él decidió llevarla a una iglesia y jurarle frente a la Virgen de Guadalupe lo que no cumplió nunca: serle fiel y ver por sus hijos. Entonces Dominga aceptó sin más esa decisión y de ahí en adelante aceptó cuantas él quiso tomar sobre su vida y su persona.

 

MASTRETTA, Ángeles. Maridos. Barcelona: Editorial Seix Barral S.A, 2007.

 

Según el texto, después del entierro de su marido, Dominga Fez reaccionó con



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